Él se aproximaba a la perfección, la rozaba, adoraba ir perfecto. Tenía sus defectos, al igual que cualquieran, pero no los dejaba entrever siquiera. Había quien directamente no los quería notar. Le gustaba hablar. Con quien fuese. Mucho o lo suficiente, nunca menos. De cualquier tema: historia, política, actualidad, economía, religión, poesía. Tenía mucho que contar, tanto que no tuvo tiempo. Le enervava que la gente hablara sin pensar.
Sí, era bastante presumido. Pero eso le caracterizaba, tenía de qué presumir.